En defensa de nuestra soberanía del trabajo
Por Comisión Directiva Nacional SOEME | En un nuevo aniversario de la independencia argentina, hacemos un llamamiento a la reflexión: discutir con sensibilidad y compromiso, qué democracia queremos. No hay desarrollo nacional posible sin la participación de los trabajadores.
Es 9 de julio de 2025, cumplimos 209 años de independencia. En 1816, en los primeros días de julio, el Congreso –con representantes de las Provincias Unidas– se reunía en Tucumán para pensar qué conclusión darle al proceso autonómico que por entonces protagonizaban las colonias en el Río de la Plata.
“El problema de la forma de gobierno atravesaba todas las discusiones y la del Congreso de Tucumán, en particular”, escribe Tomás Aguerre en su newsletter “Un día en la vida”, en Cenital. Finalmente, el Acta de la independencia se firmó y nos liberamos de los reyes de España; la decisión sobre la forma de gobierno, entre tanto, implicaría algunas discusiones más.
La historia es conocida, no hace falta que aquí la contemos. Nuestra nación adoptó una forma republicana de gobierno y en ese devenir, hoy nos encontramos transitando 41 años de democracia ininterrumpida. Es algo que celebramos, sin duda, pero que nos obliga también a reconocer que nuestro presente exhibe varias falencias que debemos atender, con urgencia.
El primer trimestre del 2025 arroja como saldo una tasa de desempleo del 7,9 por ciento, una población inactiva del 51,8% (personas que no tienen trabajo ni lo buscan activamente), una tasa de subocupación del 10 por ciento y un total entre desocupados, subocupados, ocupados demandantes y ocupados no demandantes disponibles que alcanza el 29,7 por ciento del total de la PEA (población económicamente activa).
La tasa de actividad y de empleo también registró un descenso en comparación con el cuarto trimestre de 2024, y los salarios no le ganan a la inflación. Tiene lugar una transformación del mundo del trabajo, la inteligencia artificial llegó para quedarse, las tareas artesanales deberán repensarse, no pareciera haber una perspectiva de mejora colectiva. El panorama, claro está, no resulta esperanzador.
Entonces, necesariamente, aparecen las preguntas: ¿Qué nos depara este escenario? ¿Qué esperamos de nuestra democracia? ¿Cómo fortalecemos nuestro mercado de trabajo? ¿De qué manera vamos a proteger a los trabajadores actuales? ¿Qué estrategias nos damos para generar empleo y revertir la informalidad? ¿Cómo logramos mejorar los salarios? ¿Qué tipo de movimiento obrero organizado necesitamos para responder a los desafíos presentes y futuros?
“Recuperar derechos e investir una nación libre e independiente”, decía nuestra acta de independencia. Sobre ese consenso fundante –que vale repetir para no perder nunca de vista– deberíamos trazar el horizonte hacia el cual caminamos.
Debemos profundizar y ser soberanos de nuestro trabajo, dispuestos a discutir –como lo hicieron nuestros revolucionarios– qué universo darnos en este mar complejo. La lucha colectiva, en defensa de todos los trabajadores y sus derechos, implica definir lo urgente, diferenciar lo importante, disponerse a la escucha, trazar estrategias posibles, tejer alianzas porque lejos de las individualidades se trata de construir un todos común y humano.
Son tiempos crueles, donde prima la fragmentación y la opinión del otro se disciplina con violencia. No estamos dispuestos a inscribirnos en acciones semejantes. Nuestras obligaciones son para el corto, mediano y largo plazo y no debemos distraernos de atenderlas. Tenemos compañeros despedidos, familias que no llegan a fin de mes, personas con problemas de salud que requieren una solución que llegue a tiempo.
Debemos responder a las demandas de los trabajadores al tiempo que debemos pensar cómo seguir. Los tiempos que corren nos obligan a ser creativos y sensibles, a lo que agregamos también un compromiso: oponernos a la crueldad y todo tipo de persecución política por pensar distinto.
Para eso, debemos estar presentes, en cada barrio, en cada escuela, es cada lugar; participar de las discusiones, desde el nivel que a cada uno le toque representar: dirigentes, delegados, trabajadores, comunidad. No hay fórmulas infalibles, tampoco procesos lineales. En todo caso, ahora –como tiempo atrás– debemos sortear la polaridad para animarnos a debatir con fundamentos, respeto y humanidad, porque de nosotros dependen los años que vendrán.
No fue hace mucho que fuimos testigos de una mejora en el bienestar de los trabajadores. Sabemos que es posible, conocemos cómo funciona una sociedad cuando incluye y es justa. Rindamos honor a nuestros patriotas: una nación libre, con los trabajadores en el centro como artífices de una Nación con desarrollo.
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