Argentina | Importaciones récord en la construcción: crecieron 74% y destruyen a la industria local

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Importaciones récord en la construcción: crecieron 74% y destruyen a la industria local

La apertura irrestricta de Javier Milei convirtió a la industria nacional de la construcción en un blanco fácil: aumentaron 74% las importaciones de insumos básicos como cerámicos y grifería. Mientras tanto, la producción local se estanca y el empleo tambalea.

El sector aún no logra recuperarse de la caída que comenzó en 2023, pero la avalancha de importaciones no se detiene: grifería, cerámicos, sanitarios y más llegan desde China, Brasil y EE.UU., desplazando a los fabricantes locales. La desregulación, el dólar atrasado y la eliminación de controles técnicos son el cóctel que favorece este fenómeno. ¿Recuperación o desindustrialización planificada?

La industria de la construcción argentina está atravesando un momento paradójico: mientras las cifras oficiales del INDEC muestran una leve recuperación mensual en abril de 2025 (5,1% desestacionalizado), el sector sigue 20% por debajo de los niveles previos al desembarco de Javier Milei en la Casa Rosada. Sin embargo, lo que sí muestra un crecimiento explosivo es la importación de insumos básicos.

En los primeros cuatro meses del año, las importaciones de materiales para la construcción se dispararon un 74%. Los cerámicos, que históricamente no se traían del exterior por su alto costo logístico, ya representan USD 68 millones del total, lo que significa un incremento del 35,7%. Por su parte, la grifería, otro insumo antes orgullosamente “hecho en Argentina”, totalizó USD 213 millones en importaciones, un 16% más que el mismo período del año anterior.

Lo que para algunos empresarios es una forma de “abaratar costos”, para otros es un signo claro de retroceso. Jorge Berciano, de la consultora Unexar, lo resume con crudeza: “Uno de los principales fabricantes de grifería del país comenzó a importar masivamente desde 2024 y, a pesar de la caída de la construcción, no volvió a aumentar la producción nacional”.

¿Qué cambió?

La respuesta no está tanto en la demanda, que sigue deprimida, sino en la política económica del Gobierno libertario. La apertura comercial sin restricciones, la eliminación de trabas técnicas y para-arancelarias, y un tipo de cambio artificialmente bajo crean un terreno fértil para la invasión importadora.

Miguel Ponce, exsubsecretario de Industria y Comercio, lo explicó de forma contundente: “Se están importando productos que antes ni se pensaba traer. El flete era carísimo, no tenía sentido. Ahora, con este dólar y sin controles, todo entra”.

A esto se suman las nuevas regulaciones impulsadas por el Ejecutivo. Desde agosto de 2024, las empresas pueden certificar productos con normas internacionales en lugar de pasar por el exigente proceso del IRAM, lo que reduce plazos y costos. Para el Gobierno, esto es “simplificación burocrática”. Para la industria local, es un tiro en el pie.

Argentina “barata” en dólares

Otro factor clave que explican los especialistas es el llamado “atraso cambiario”. En pocas palabras, el dólar oficial está pisado por decisión política, lo que abarata artificialmente los productos importados. Así, fabricar en el país se vuelve antieconómico en comparación con traer desde China o Brasil, incluso sumando fletes y costos de certificación.

El caso de los cerámicos brasileños es ilustrativo: no pagan aranceles de importación por pertenecer al Mercosur. Resultado: entran masivamente y desplazan a los fabricantes nacionales. En el primer cuatrimestre, solo dos países concentraron el 66% de todas las importaciones del sector: Brasil (41%) y China (25%).

¿Quién importa y para qué?

Según datos de Unexar, el 15% del total importado en 2025 fue adquirido por un solo supermercado especializado en construcción, que apenas había representado el 4% en 2024. Las constructoras, por su parte, también se suben a esta ola. “Con los precios actuales, es muy difícil cerrar un negocio. Muchos están comprando en China, donde se consigue de todo y de la calidad que uno quiera”, explicó Hernán Franco, de LINZ Group.

Esto genera un círculo vicioso: baja la demanda local, caen las ventas de la industria nacional, se recortan empleos, y se intensifica la dependencia del exterior. Todo en nombre de la “eficiencia” y la “libertad de mercado”.

Volatilidad y estancamiento

El índice Construya (IC), que mide el volumen de productos vendidos al sector privado, cayó un 12,10% en abril de manera desestacionalizada. Si bien acumula un crecimiento interanual del 10,5%, los especialistas advierten que se trata de una recuperación débil, frágil y plagada de vaivenes. “La demanda se está recuperando muy lentamente, y los despachos siguen siendo extremadamente volátiles”, señalan desde el propio IC.

La morosidad también pinta un panorama sombrío: mientras el promedio de atraso en los pagos de créditos empresariales es de 0,8%, en la construcción trepa al 3%. Una señal más de que, aunque se importe más, el sector no está sano.

Un modelo que relega a la industria nacional

En definitiva, lo que está en marcha no es una recuperación genuina sino un modelo de apertura económica acelerada que, en nombre de la competitividad, está destruyendo la base productiva nacional. La Argentina de Milei no solo importa cerámicos: importa problemas, desempleo, y dependencia.

Los defensores del “libre mercado” celebran la llegada de insumos baratos. Pero lo que no dicen es que, sin industria nacional, no hay desarrollo posible. Solo más vulnerabilidad frente a los vaivenes externos. La pregunta, entonces, no es qué tan barato está importar, sino qué tan caro le saldrá al país este modelo.

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